El Padre Nuestro es la oración perfecta, y nos fue dado por Jesucristo, no tanto para que lo repitamos con frecuencia, como para que nos sirva de modelo a las oraciones que nosotros mismos elevamos a la divinidad.
1.- Padre Nuestro que estás en los cielos
¿A quién debemos dirigir nuestras oraciones? Debemos dirigirlas al Padre, a quien no podemos ver ni tocar, porque nosotros estamos en la tierra y Él está en los cielos, por tanto no debemos representarlo con algo que sea palpable o visible.
¿Podemos dirigir nuestras oraciones a Dios el Hijo, o al Espíritu Santo? Hay un sólo ejemplo en las Escrituras en que al Hijo se le dirige una petición, y es la de Estéban, cuando dijo: "Señor Jesús, recibe mi espíritu." (Hech.7:59). En toda la Biblia no hay un solo mandato o ejemplo de dirigir la oración al Espíritu Santo; el mandato es dirigirlas al Padre en nombre del Hijo (Mat.16:23).
2.- Santificado sea tu nombre
Cuando vayamos a orar, y antes de pedir algo en nuestro favor, debemos tener presente santificar el nombre del Padre. ¿Y cómo podemos santificarlo? Santificamos su nombre cuando no lo tomamos en vano, es decir, cuando no lo pronunciamos en forma descuidada o irreverente, sino con todo respeto, reconociendo su majestad, y que es digno de alabanza.
3.- Venga tu reino
Algo que debemos desear y pedir en nuestras oraciones es la plena manifestación del reino de los cielos. La petición no debe ser: "Llévanos a tu reino", sino: "Venga tu reino." Aquí el verbo venir puede referirse al tiempo o al espacio: "Venga hacia acá, venga a donde estamos," o mejor: "Venga ya, venga ahora".
4.- Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra
Debemos reconocer que Dios es soberano, que todo lo sabe, que todo lo puede, y que además es amor, por tanto debemos desear que todas las cosas sucedan conforme a su santa voluntad y no conforme a la voluntad del maligno, o de los hombres vanos. Eso significa que siempre debemos estar dispuestos a renunciar a la voluntad nuestra para aceptar y ejecutar la voluntad de Dios de la misma manera que lo hacen los ángeles del cielo.
5.- Danos hoy nuestro pan cotidiano
Después de que en nuestras oraciones hayamos expresado el reconocimiento a la santidad y majestad de Dios, el deseo de que se manifieste su reino, y nuestra disposición de someternos a su voluntad, entonces es que podemos entregarnos a rogar en favor de nosotros, los seres humanos. Aquí la palabra "pan" bien pudiera representar todas nuestras necesidades temporales. Ninguno debe decir: “Dame mi pan”, sino “nuestro pan”. No debemos pedir abundancia de pan para almacenarlo, y así asegurar provisiones para el futuro; pidamos sólo el sustento de cada día, pues está escrito: "No os congojéis por el día de mañana… basta al día su afán" (Mat.6:34).
6.- Y perdónanos nuestras deudas
Cada vez que hacemos una oración nosotros tenemos por costumbre pedir a Dios que nos perdone, y eso les parece extraño a otros religiosos, ya que por lo general ellos al orar dan gracias, pero no se arrepienten. ¿Cuál de las dos formas es más correcta, la nuestra o la de ellos? Notemos que según el evangelio de Mateo el Padre Nuestro incluye una petición de perdón por nuestras deudas, pero en el evangelio de Lucas dice: “Y perdónanos nuestros pecados…”, así que es correcto incluir en nuestras oraciones la petición de perdón conforme al modelo que nos dejó nuestro Señor.
7.- …como también nosotros perdonamos a nuestros deudores
Es fácil decir: “Perdóname”, pero no es tan fácil reunir las condiciones que Dios exige para concedernos ese perdón. Dios perdona cuando hay arrepentimiento, y el arrepentimiento incluye la dejación del pecado del cual nos arrepentimos.
Por otra parte, Jesús dijo a sus discípulos “…si no perdonareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mat.6:15), por eso debemos estar conscientes de lo que decimos al repetir: “Y perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” Ni más ni menos eso quiere decir: “Señor, perdóname a mí de la misma manera que yo perdono a fulano”.
8.- Y no nos metas en tentación
Dice la Escritura: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de Dios: porque Dios no puede ser tentado de los malos, ni Él tienta a alguno”. (Sant.1:13) Si Dios nunca nos tienta, ¿qué razón de ser tiene esta petición? Ciertamente Dios no nos tienta, pero Él puede y suele meternos en tentación, o sea, llevarnos a un lugar o situación especial para que seamos tentados por el diablo. Quien tentó a Jesús por tres veces fue Satanás, pero quien le llevó al desierto fue el Espíritu Santo, y no lo llevó allí con otra intención, sino con un propósito expreso: “…para ser tentado del diablo.” (Mat.4:1)
Fue Satanás quien sometió a Job a la dura situación en que se vio, pero fue Dios quien se lo permitió. Satanás pidió a los discípulos de Cristo para zarandearlos como a trigo, y Cristo no se los negó, pero rogó para que no les faltara la fe.
9.- …mas líbranos del mal
Digamos: “Señor, no nos expongas a la tentación, pero si nos expones, entonces líbranos del mal”. ¿De cuál mal? Del peor de todos los males, el de ceder ante la tentación. Por eso la recomendación es: “Velad y orad, para que no entréis en tentación.” (Mat.26:41). Si así oramos, aun cuando Dios permita que seamos tentados, Él no dejará que seamos tentados más de lo que nosotros podamos resistir (1Cor.10:13).
10.- …porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria por todos los siglos
¿De quién es el reino? ¿y el poder? ¿y la gloria? ¿Por cuánto tiempo? Bueno es que reconozcamos todo esto y lo expresemos en nuestras oraciones y en nuestras alabanzas.
11.- Amén
No basta con hacer nuestras oraciones en conformidad con la oración modelo; después de haber hecho todas nuestras rogativas debemos confirmarlas con una sola palabra, palabra que quiere decir: “Así sea”. Esa es la palabra ¡Amén!
Ob. B. Luis
|